Las Médulas, un ejemplo de modelado antrópico


Hoy, Merchu, nos envía para las drupis, un lugar que la tiene encandilada. Prestad atención.

Las Médulas (León) fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad en 1997. La referencia escrita más antigua sobre este lugar aparece en los textos de Plinio el Viejo, procurador en Hispania entre el 70 y el 72 d.C. Durante su estancia en la Península, Plinio se desplazó a El Bierzo y envió un informe a Roma sobre Las Médulas y el sistema de explotación, llamado ruina montium. Una red de canales o corrugi captaban el agua en el nacimiento de arroyos y ríos de los Montes Aquilianos. El agua se transportaba a depósitos (piscinae o stagna) situados en la parte alta de la montaña, hasta llenarlos, para después soltarla repentinamente. A su paso por las galerías abiertas en las entrañas de la montaña se conseguía derrumbar las galerías y arrastrar material hacia los canales de lavado, las agogae. Así describió Plinio el trabajo en la mina:

«Lo que sucede en Las Médulas supera el trabajo de los gigantes. Las montañas son agujereadas a lo largo de una gran extensión mediante pasillos y galerías hechos a la luz de las lámparas... Este tipo de mina se denomina ruina montium. Las grietas que se esculpen en las entrañas de la piedra son tan peligrosas que resulta más fácil buscar púrpura o perlas en el fondo del mar que abrir cicatrices en la roca. ¡Tan peligrosa hemos hecho a la Tierra! [...] Esta piedra, casi inexpugnable, solo se resiste a los pesados mazos de plomo, las cuñas de hierro y a la avidez de oro de los hombres. [...] La montaña, desquebrajada, se derrumba por sí misma a lo lejos, con un estruendo que no puede ser imaginado por la mente humana. Los mineros victoriosos contemplan cómo el cincel romano modela la naturaleza y le otorga formas imposibles. Pero los ingenieros aún no saben si han conseguido el oro, ni intuyen si existe en esa parte de la cumbre... El metal que se obtiene no necesita de su fundición, sino que es oro puro al instante».

1 comentario:

Anónimo dijo...

!Por fín! !Lo conseguí! He sido capaz de enviarte una foto, pero prometo más, de este lugar que me fascinó. Los atardeceres en verano son maravillosos. El sol les da a las rocas un color anaranjado, casi rojizo... es precioso. Y además, una se imagina cuando entra en los túneles el inmenso trabajo y esfuerzo de perforar y destrozar la montaña de aquellos hombres para extraer el preciado oro. Y todo, como escribe Plinio por pura avidez humana. Gracias por publicar mis cositas en tu blog. Un besazo.

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