Ciudadanía del mundo


Para reflexionar:


Todo el que posee méritos personales distinguidos, reconocerá más claramente los defectos de su propia nación, puesto que siempre la tiene presente a la vista. Pero todo imbécil execrable, que no tiene en el mundo nada de lo que pueda enorgullecerse, se refugia en este último recurso, de vanagloriarse de la nación a que pertenece por casualidad; en eso se ceba, y, en su gratuidad, está dispuesto a defender (con manos y pies) todos los defectos y todas las tonterías propias de esta nación. (Schopenhauer).

En cuanto a la idea de la patria, es decir, de cierta porción de terreno dibujada en el mapa y separada de las demás por una línea roja o azul, ¡no! La patria es para mí el país que quiero, es decir, con el que sueño, aquel en que me encuentro bien. Soy tan chino como francés, y no me alegro nada de nuestras victorias frente a los árabes, porque me entristecen sus reveses. Quiero a este pueblo áspero, persistente, vivo, último tipo de las sociedades primitivas y que, al hacer alto a mediodía, tumbado a la sombra, bajo el vientre de sus camellas, se burla, mientras fuma su chibuquí, de nuesta valiente civilización que tiembla de ira (Flaubert).

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