Pero sólo aprendí a disfrutar de una nostalgia íntima, acompañada del silencio, de un bolígrafo y un papel, una música o cuanto más una buena amiga. No soy muy dada a participaciones colectivas de reencuentros de aniversarios, promociones escolares y acontecimientos del estilo.
Hace poco, sin embargo, asistí como invitada a un encuentro de antiguos alumnos de la Universidad Laboral de Cheste. Un grupo de gente con muy buena sintonía que celebraba el 40 aniversario del centro educativo. Creo recordar que ellos eran la promoción del 73 al 76 del colegio Águila. Ahora ya han sobrepasado la cuarentena, entonces eran unos niñitos de 11 años que apenas empezaban a despertar. Venían de todas partes de España supongo que con muchos sueños y muchos miedos a cuestas. No les conozco, pero cuando les miraba veía rostro imberbes y sonrisas traviesas, escuchaba sus voces cambiantes, sus conversaciones de púberes sentados en las literas y acompañados de la tenue luz de un flexo, contemplaba pueriles paraísos ya perdidos en los rincones de sus memorias. Un encantamiento de niñez efímera que tan solo duraría unas horas y que regresaría de nuevo con el alba. Quizá la vivencia de ese encantamiento sea suficiente motivo. Nada más.
Esta canción de los 70 para los Àguilas, y sus chicas. Y especialmente para Pepe Mut y Merchu

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