Tras tantas jornadas de convivencia navideño-festiva, por fin una tarde para disfrutar tranquilamente del sofá, de la soledad y de una película tranquila para un ratillo cálido de invierno. Esta vez: Corazones en Atlántida.
Es una adaptación del guionista William Goldman de la obra homónima de Stephen King y dirigida por Scott Hicks.
En un clásico pueblecito de los sesenta, Bobby y su madre viven solos y en una situación económica muy precaria. Un día llega hasta su casa un misterioso inquilino que establece una relación muy especial con el chaval ,al que le va a pagar un dólar semanal por leerle la prensa... y por avisarle si aparecen los “hampones” que según el hombre, le acechan con coches estrafalarios y carteles en los postes de teléfonos...
Uno de los mayores atractivos de la película es Anthony Hopkins, cuya impresionante presencia otorga significado a la película, acompañado por una excelente fotografía. También hay que reconocer la química existente entre el actor y el niño protagonista, un muchacho encantador y que encaja a la perfección en una historia que mezcla a parte iguales las fantasías infantiles más entrañables con los elementos justos de cine negro para amplificar un mundo adulto francamente peligroso.
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