Día de Reyes: Bendita inocencia


Seyor Rei , ja estic ací.

La palla i les garrofes per al seu rocí
I les casques i les avellanes per a mi

Ésta era la retahila que de pequeña repetía los días previos al Día de Reyes. En aquel tiempo la llegada de los tres Magos era el mayor acontecimiento del año para una niñita. Todavía quedaban muchos años para conocer a Papá Noel, y bastante tiempo para que las costumbres de desaforado consumismo se instalaran en nuestros hogares, Era el momento en que llegaba el juguete del año, y probablemente también alguna cajita con lápices de colores nuevos y relucientes.Si había suerte, quizá acompañaba el paquete un cuento o un tebeo.

El día previo mi padre nos preparaba un tira con cuerda y viejas latas. Durante la mañana, la chiquillería íbamos por todas las calles arrastrándolas mientras corríamos o las atábamos a la parte de atrás de la bicicleta. Se trataba de armar mucho ruido para que los Magos pudiesen saber dónde estábamos.

Por la tarde los Magos llegaban al pueblo. Habitualmente lo hacían montados a caballo, pues a los camellos sólo les gustaba andar por el desierto y se asustaban del jolgorio y el tráfico.Muchas veces, llegaban montados en el carro, que probablemente les había prestado el tío Conca, y que recuerdo repleto de pastorcillos, angelitos y los reyes apretujados entre ramas de murta.

Cuando la breve cabalgada llegaba a su fín, mi hermano y yo corríamos presurosos a casa. Rebuscábamos por todas partes. Casi siempre, en el lugar más recóndito del corral o la terraza nos encontrábamos con el ansiado presente.Aquellos tres tipos eran realmente mágicos, pues siempre acertaban con el regalo que yo contemplaba durante largo rato co ilusión e incredulidad. Lo cierto es que no era muy difícil acertar: mi lista era tan sencilla como juguete, cuento o colorines.

A la mañana siguiente cuando despertábamos mi yaya tenía preparada una cestita de mimbre, que todavía conservo, repleta de golosinas, dulces navideños y como no de un cachito de carbón dulce que hacía mi deleite.

Bendita inocencia.

1 comentario:

Mercè Salomó dijo...

Qué lástima que se pierda esa inocencia ¿verdad?

Una abraçada ben forta!!