De la percepción de la belleza

Ayer, en relación a la entrada "Preciosas instantáneas" un amigo me describía en un correo electrónico su sentimiento de envídia (con este equivocado concepto lo expresaba). En su mensaje adivinaba, muy certeramente, la expresión de mi mirada y la sensación en mi pecho al contemplar los lindas fotografías de los rostros infantiles que expuse. Me cuestionaba sobre los motivos que me hacen encontrar belleza en las cosas y los lugares más insospechados...

Efectivamente, es un privilegio percibir belleza más allá de tópicos sociales y culturales, más allá de cánones estéticos determinados...Sentir placer en la armonía de unas formas, de unos colores, de unos sonidos....en los objetos, acciones o situaciones más nimias. Disfrutar con el juego de luces y sombras que forman pequeñas arrugas en una hoja de papel vulgar, sentir satisfacción ante la percepción de la redondez irregular de unas piedras de río,o experimentar un inexplicable bienestar ante la visión de una caja de lápices de colores cuidadosamente ordenados...

Comencé a escribir una larga respuesta exponiendo razonamientos desde el concepto de belleza como constructo mental ,y como tal ,educable.

Acabé borrando todo el rollazo teórico y le copié el siguiente texto que me escribió mi amiga Pilar como dedicatoria en un libro de arte para niños:

Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.

Viajaron al sur.
Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.
Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.
Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:


—¡Ayúdame a mirar!

Eduardo Galeano  "El Libro de los abrazos"