Semana Santa

Llega de nuevo la Semana Santa, contraste espirítual con el Carnaval que terminó hace poco y la primavera recién estrenada. Paréntesis de recogimiento previo al jolgorio de las Pascuas venideras.

Para una atea , sin raices culturales en esta tradición, este tipo de celebraciones me resultan extrañas, y cuanto menos muy curiosas.

Por un lado, mi razón alucina ante la visión de gentes encapuchadas o vestidas de riguroso luto caminando de forma ordenada, silenciosa o en compases lúgubres. No alcanzo a comprender qué sentido puede tener pasear estátuas dramáticas, llorosas o sangrantes. O los Via Crucis en que grupos de gentes murmura letanías en la oscuridad. Afortunadamente nunca presencié más escenas de penitentes que las de señoras descalzas en procesión o algunos hombres con las manos a rebosar de cirios iluminados. Me es difícil comprender toda esta parafernalia antropológica con una mirada del siglo XXI, aunque no es la reminiscencia ancestral que más me preocupa.

Por otra parte, al percibir el alma en el rostro de algunas personas manifestando su fe no puedo evitar conmocionarme, Aún recuerdo, hace muchos años, mi esfuerzo por contener las lágrimas al escuchar cantar una saeta, el halo de misterio en mi mente como espectadora de un vía crucis o la extraña emoción en mi pecho ante el imponente redoble de tambores custodiado por capuchinos.Alguna explicación neuroquímica tendrá.

Cómo no, toca hoy ilustrar la entrada con la saeta de Machado musicalizada por Serrat. Resulta curioso que esta composición de Machado se haya convertido como un himno o símbolo de la Semana Santa cuando realmente es un testimonio escéptico , alejado del sentimiento de tragedia y penitencia de las auténticas saetas populares.
Musicalmente prefiero la versión de Serrat, pero emocionalmente , esta saeta cantada por una persona andaluza puede ser impresionante. Comparto también una versión de Rocio Jurado con la que he tropezado.





(Imagen: Sevilla de Sorolla)

No hay comentarios: