Leyendo algún que otro artículo de prensa o de la red en los últimos días, no puedo más que recordar la vacuidad de ciertas emociones intensas como la euforia colectiva. Si bien, la euforia en sí misma tiene connotaciones positivas, en un mundo voluble, superficial y manejable como el nuestro no parece más que un rasgo de la sociedad ciclotímica en que nos hemos, nos han, convertido.
No hace muchos años medio mundo se alzaba en pie contra la guerra, como si millones de almas vociferantes fuesen a arreglar el mundo en unas horas de jolgorio. Hoy nos agobian con reportajes de paises ocupados, devastados y nos quieren hacer creer que aquel espírutu social no valió la pena.
Hace 6 meses un terrible terremoto asoló uno de los paises más pobres del mundo. Durante semanas millones de personas se volcaron en aportar lo poco o lo mucho que pudieron. Medio año después parece ser que sólo el 10% de las promesas de ayuda económica de los demás paises ha llegado a Haití, sólo 28.000 del más del millón y medio de desplazados han sido realojados, los terratenientes se lucran con los desposeidos, la población espera entre basura y ratas la época de huracanes y tormentas cobijada en chabolas de cartón y tela.
Hace apenas unas semanas muchos lanzaban campanas al vuelo sobre las expectativas de las implicaciones sociales del mundial futbolístico en Sudafrica. Nos querían hacer creer que el hecho de que algunas decenas de millonarios se dedicasen a correr tras un balón allí traería importantes beneficios para una población empobrecida , acosada por la inseguridad ciudadana, por terribles enfermedades virales y por la desigualdad y la injusticia.
Las motivaciones hacia esas euforia colectivas no son negativas, pues de hecho ,posiblemente las grandes revoluciones y los grandes cambios emergieron en tal emoción. Sin embargo si a esto no le siguen planes de acción , compromisos, serenidad, reflexión y racionalidad no son más que la manifestación de una sociedad inmadura abocada a ser arrastrada una y otra vez a las fauces de la ciclotímia más desesperanzadora dirigida desde los medios de comunicación y desde el poder.
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