Con la llegada del otoño ,quizá motivada por las acogedoras tardes caseras, se renueva mi afición por los experimentos domésticos. Mi cocina o el pequeño patio pueden convertirse por un rato en un entrañable caos de botecillos de colores o de las más variopintas sustancias. Mi mente se aleja sin rumbo de las realidades cotidianas; mi perro Ben contempla absorto los ajetreos y mis chicos andan expectantes entre divertidos y asustados sabiéndose mis ratones de laboratorio.
Hace unos días me dió por hacer jabón casero. No he conseguido la textura a mi gusto, pero tiene un aroma muy agradable.
Ayer se me ocurrió indagar sobre los orígenes del jabón. Recurrí a una página muy curiosa donde paso a menudo buenos ratillos: La Tinaja de Diógenes. Allí cuentan que el origen del jabón podría haberse dado en el monte Sapo, lugar de sacrificios a los dioses, donde la grasa de los animales se mezclaba con las cenizas del ritual , usándolo para limpiarse y suavizar manos y ropas.Parece ser que los precursores más remotos proceden de la antigua Mesopotamia y de Egipto.
Los franceses se atribuyen su descubrimiento al insistir en que fueron sus druidas, pero sin duda fueron los romanos los que se dedicaron a fabricarlo de forma cotidiana, al mezclar grasa o aceite con arena y luego utilizar un rascador a modo de “piling” casero. En el siglo V sobrevino la caída del Imperio romano y también decayó la higiene. La Iglesia se encargó de prohibir los baños públicos por considerarlos pecaminosos y con esta medida también se vino abajo el interés por el aseo personal. A partir del siglo VIII resurge la fabricación del jabón, pero su fabricación era reducida porque se consideraba un artículo de lujo.
No es hasta finales del siglo XVIII, cuando tiene lugar el revolucionario invento del francés Leblanc quien descubrió el método para obtener el carbonato sódico (sosa) a partir de la sal, con lo que los artesanos jaboneros pudieron fabricar el jabón a gran escala y de una forma mucho más económica. A partir de este hecho, la industria jabonera se extendió por toda Europa y el producto llegó a todos los hogares. De esta forma, comenzaron a reducirse las enfermedades gastrointestinales y las que afectaban a la piel, disminuyendo fuertemente las tasas de mortalidad, en especial la infantil.
1 comentario:
Compruebo que eres "Doña Manitas".
Yo soy un petardo en estos menesteres.
Molts petons!!
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