Recuerdo vagamente aquel pollito rechonchín de los dibujos animados de mi infancia cuyo sonsonete ya me resultaba antipático a tan tiernas edades: "Es una injusticia. No os parece, amiguitos" terminaba siempre el atormentado polluelo.Tan sólo podía superar mi animadversión su tierna carilla con el divertido cascarón de huevo como sombrero.
En mis lustros bisiestos vividos he tenido que convivir y conocer a muchos "Calimeros" y "Calimeras" y muy a mi pesar , convertirme en uno de ellos demasiadas veces.No es demasiado difícil sentirse el protagonista de los designios fatales del universo, de un mundo , por supuesto, pequeñísimo que apenas se expande unos metros más allá del perímetro de nuestro ombligo. Fácil sentirse tenor y coro del "sermón de la agonía" en el que no se contempla la posibilidad de lucha contra la adversidad.
Decenas de "Calimeros" y "Calimeras" me invaden en mi plácida existencia. Gallos y gallinas ya cluecas que se colocan el cascarón para traspasar mi umbral convirtiéndose en lacrimógenos pollitos ávidos de unas cálidas alas que les abracen o de una payasa de corral que alegre el gallinero.
No. No hace falta ir por el mundo de "héroe interestelar", pero quizá sea necesario pensar si hay demasiados "Calimeros" que desde su agónica y egocéntrica comodidad convierten el gallinero en un mundo demasiado absurdo.
Para los Calimeros y Calimeras de mi corral , hoy una empalagosísima canción:
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