Al borde del precipicio


"Los problemas y los apuros son reales, pero si hay algo de lo que las personas se cansan es de estar mal. Excepto, claro está, las que disfrutan del catastrofismo. Algunos responsables de este periódico y de otros parecen contarse entre estas últimas. No sé cuántas son ya las veces, a lo largo de los últimos meses, en que, en algún titular de primera plana, han aparecido las siguientes palabras: “al borde del precipicio”, “se asoma al abismo”, “hundimiento”, “debacle”, “naufragio”, “cataclismo”, “desastre”, “vértigo”. No digo que no tengan razón en su alarma y que no deban informar con veracidad, pero, francamente, han abusado en tantas ocasiones de “al borde de esto o lo otro” que no sé cómo todavía no nos hemos caído ni nos hemos ido a pique, cómo no estamos en el fondo del pozo. Como mínimo, el famoso borde es bastante ancho. Uno se cansa de leer esos vaticinios: aunque sean ciertos, no hace falta insistir tanto, torpedear el ánimo, crear una invencible psicosis que lleva a la gente a retraerse, a no pisar el restaurante ni la librería ni la tienda de discos. Llevamos mucho tiempo sintiendo que se nos hunde el puente cuando aún no hemos llegado al río. (Bueno, cuando escribo esto.)
Decía hace poco Elvira Lindo que la alegría está a punto de resultar subversiva. Al que muestra no ya optimismo, sino mera alegría, le caen todo tipo de regañinas, por cabrón e insolidario. Yo creo que a esas personas, por el contrario, habría que darles un premio, precisamente por arrimar el hombro. Yo veo más solidario al que no pierde la sonrisa y trata de hacer la vida algo amable, aun con un pie en el abismo, que al agorero más quejumbroso y nublado. Si las cosas son difíciles, aún más arduas resultan si cuanto nos circunda es medrosidad, malas pulgas y llanto."

Javier Marías en su espacio “La Zona fantasma” de El País Semanal

Visto en Ateneu Popular

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