El árbol de la ciencia


No hace mucho, retomé uno de los libros que más me conmovió en mi adolescencia: "El árbol de la ciencia" de Pío Baroja. Se publicó hace ya un siglo (1911) y sin embargo  parece que hable de hoy: el desprecio por la educación, el servilismo ante don dinero, el culto a las apariencias o la sumisión o indiferencia ante la injusticia social.

“El árbol de la ciencia” describe a través de la historia de un joven médico, Andrés Hurtado,el atraso científico en que vive inmersa España, la vida asfixiante y la miseria moral de una sociedad sin el más mínimo espíritu de rebelión.

Os dejo con un par de fragmentos interesantísimos:


"[...] La ciencia entonces, el instinto de crítica, el instinto de averiguación, debe encontrar una verdad: la cantidad de mentira que es necesaria para la vida. ¿Se rie usted?
-Sí, me río, porque eso que tú expones con palabras del día dicho está nada menos que en la Biblia.
-¡Bah!
-Sí, en el Génesis. Tú habrás leido que en el centro del Paraíso había dos árboles: el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. El árbol de la vida era inmenso, frondoso y, según algunos santos padres, daba la inmortalidad. El árbol de la ciencia no se dice cómo era; probablemente sería mezquino y triste. ¿Y tú sabes lo que le dijo Dios a Adán?
-No lo recuerdo, la verdad.
-Pues al tenerle a Adán delante, le dijo: "Puedes comer todos los frutos del jardín; pero cuidado con el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, porque el día que tú comas su fruto morirás de muerte." Y Dios, seguramente, añadió: "Comed del árbol de la vida, sed bestias, sed cerdos, sed egoístas, revolcaos por el suelo alegremente; pero no comáis del árbol de la ciencia, porque ese fruto agrio os dará una tendencia a mejorar que os destruirá".

“Andrés habló de la gente de la vecindad de Lulú, de las escenas de hospital; de Manolo el Chafandín, del tío Miserias…
—¿Qué consecuencia puede sacarse de todas estas vidas?—preguntó Andrés al final.
—Para mí la consecuencia es fácil —contestó Iturrioz con el bote de agua en la mano—. Que la vida es una lucha constante, una cacería cruel en que nos vamos devorando los unos a los otros. (…) ¿Hay que indignarse porque una araña mate a una mosca? ¿Qué le vamos a hacer? ¿Matarla? Eso no impedirá que sigan las arañas comiéndose a las moscas. ¿Vamos a quitarle al hombre esos instintos fieros que te repugnan? ¿Vamos a borrar esa sentencia del poeta latino homo homini lupus [se refiere a Plauto], el hombre es un lobo para el hombre? (…) La consecuencia a la que yo iba es ésta, que ante la vida no hay más que dos soluciones prácticas para el hombre sereno: o la abstención y la contemplación indiferente de todo o la acción limitándose a un círculo pequeño.
—Es lo que tiene de bueno la filosofía —dijo Andrés con amargura—; le convence a uno de que lo mejor es no hacer nada.”


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