De la comunicación


Hace unos meses, leyendo el reflexivo blog Jubilatería , guardé una de las breves historias con las que nos agasaja el profesor Fajardo. En ella me ví reflejada en tantas y tantas horas de conversaciones, en tantos momentos. Sabiduría, cultura, capacidad empática o voluntad de entender cuya deficiencia tantas veces convierte la comunicación en un campo estéril...



Cuatro peregrinos de diferentes países se encontraron en el camino a un santo monte. Vivían de la generosidad de las gentes y una vez que una persona les dio unas monedas para los cuatro decidieron comprar algo para comer juntos.
El persa dijo: - Yo quiero comer angur.
El árabe replicó: - A mí lo que me apetece es inab.
Protestó con violencia el turco: - De eso nada, yo lo que quiero comer es uzum.
- Bueno, bueno, - dijo con algo de chanza el griego -, después de tanto caminar con vosotros, hermanos musulmanes, mi paciencia no se aviene a comer cosas extrañas, yo quiero comer stafil. Y no se hable más.
- ¿Cómo que no se hable más?, - gritaron al unísono los otros tres.
Se armó tal trifulca que los peregrinos llegaron a insultarse con violencia como si les fuera en ello la vida, y hasta su identidad nacional, religiosa o étnica. Menos mal que pasó por allí un hombre sabio, ducho en lenguas, y al ver la algarabía que se había formado, les pidió el dinero y se fue a comprar lo que todos deseaban. Al cabo de un rato, regresó con sendos racimos de uvas que era lo que cada uno de ellos había pedido en su propia lengua.

Y más peligroso es todavía cuando todos utilizamos la misma palabra "uva" y para cada cuál representa un concepto distinto. Cuántos chascos, cuántos conflictos inútiles  entre tantas personas que creí entender cuando hablaban de amor, solidaridad, responsabilidad, compromiso, libertad.....

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